viernes, 16 de marzo de 2018

Las tonalidades del universo: entender el feminismo


Aunque tendemos a pensar que todo es blanco o negro, existen multitud de opciones. Acerca de esta manera en la que las oposiciones configuran la forma en la que pensamos habla la escritora, filósofa y feminista Hélène Cixous en Sorties. Alejandro Gomero con relación a la obra dice que “el elemento superior se suele asociar a lo masculino mientras que el otro, más débil, suele ser asociado con lo femenino; aunque con la aparición del pensamiento feminista esa jerarquía ha empezado a ponerse en duda”. Cixous propone, en contraposición a ese antagonismo, “millones de especies de topo aún no clasificadas”: millones de alternativas y colores.

El blanco y negro de la igualdad quedaba asumido en la tradición histórica, no así en la actualidad; aunque aún hay que romper muchos muros para poder observar con claridad las tonalidades del universo. Murallas que se empiezan a resquebrajar entendiendo que el machismo no es ningún color, es una lacra. Machismo, cuya raíz es “macho” a causa de la superioridad del varón a la que hace referencia. Esta forma de sexismo habita en muchas personas incluso de forma inconsciente; día a día, comportamientos rutinarios y cotidianos muestran que la raíz del machismo sigue ahí, sin tener en cuenta lo que supone la idea asumida de considerar a la mujer inferior al hombre. El entorno social actual favorece que ese rastro perviva desde las formas más sutiles, que pasan desapercibidas, hasta culminar en la violencia de género.

Al llegar a términos como este, violencia de género, normalmente comprendemos las consecuencias del machismo; pero la generalidad no suele apreciar las semillas que este va cultivando. El machismo es omnipresente, se puede ver a nivel legislativo en muchos países, en que la mujer no pueda acceder a ciertos cargos religiosos, en las palabras subidas de tono que dirigen hombres a mujeres, en el cuestionamiento a su forma de vestir, en la tendencia a pensar que debe ocuparse de sus hijos e hijas (sintiéndose así realizada como madre) y encargarse de las tareas domésticas, en comentarios que aluden a que ciertos juguetes, ropa, actividades... son solamente para niños y otras para niñas, en el uso del lenguaje... El machismo se observa a diario en situaciones tan rutinarias habituales como cuando un camarero o camarera ofrece la bebida con alcohol al hombre y sin alcohol a la mujer, cuando se achaca a la menstruación el estado emocional de la mujer, cuando se la describe como prostituta al tener varias parejas sexuales mientras que el hombre recibe halagos por lo mismo, en expresiones como “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, en los medios de comunicación y en la publicidad, en comentarios como el de que la mujer no sabe conducir o en hechos como que una mujer deje o reduzca su horario laboral para cuidar de los hijos e hijas pero su marido no. Hay tantos ejemplos como hechos ocurren día a día: que la mujer haga la comida, que la mujer ejerza los cuidados de los hijos e hijas, nietos y nietas o personas dependientes, que a la mujer se le permita llorar y al hombre no, que al hombre se le considere el pilar de su casa, que el ascenso laboral de las mujeres sea limitado (techo de cristal)...

Actos que son consecuencia del patriarcado en el que crecemos; definido por la RAE: una “organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aun lejanos de un mismo linaje”. En los estudios feministas: “utilizado para describir una situación de distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en la que los varones tienen preeminencia en uno o varios aspectos, tales como la prohibición del derecho al sufragio, la regulación de los delitos contra la libertad sexual, la violencia de género, los regímenes de custodia legal delos hijos e hijas, la doble moral según el género, el sexismo en el lenguaje,mecanismos de invisibilización, la determinación de las líneas de descendencia los derechos de primogenitura, la autonomía personal en las relaciones sociales, la participación en el espacio público (político o religioso) o la atribución de estatus a las distintas ocupaciones de hombres y mujeres determinadas por la división sexual del trabajo”.

Teniendo en cuenta la supervivencia de la lacra del machismo, recordemos la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de (...) sexo”. Estas líneas solo intentan hacer recapacitar sobre la ubicuidad del machismo, sus secuelas y la necesidad de borrar, en todos los sentidos, sus huellas, para conseguir una sociedad en la que impere la igualdad efectiva. Si no se hace ese intento de eliminar su rastro para sí, que se haga por el futuro de los hijos e hijas, nietos y nietas, madres o padres, hermanos o hermanas... o por el pasado: por lo que se ha luchado y conseguido hasta ahora. Porque como sostenía Rousseau “el hombre/mujer (mujer añadido por mí) por naturaleza es un ser bueno y pacífico, pero es la sociedad la que lo corrompe y transforma paulatinamente en un ser violento”.

Aclarada la idea del machismo, que no solo es el extremo sino que tiene muchos matices, llegamos al término feminismo: cuestión que también debemos esclarecer. El feminismo no es un concepto que sirvapara insultar, no es algo que solo está de moda, no es un asunto de ideología política... Es un movimiento que, antes de adentrarnos en él, tenemos que distanciar del hembrismo: “movimiento femenino que busca la supremacía de la mujer”, como explica Barbijaputa en Eldiario.es. “Un intento desesperado de desprestigiar los movimientos feministas”, asume el diario online: “lo que sí consigue una persona que usa este término es dejar claro qué interés tiene él en acabar con las desigualdades”. El hembrismo se podríaconsiderar un concepto opuesto a machismo, según el blog Psicología y Mente: “una actitud que legitima el menosprecio y los ataques hacia los hombres por el hecho de serlo; suele ser equiparado al concepto de misandria, que significa odio hacia los hombres”. Por ello, no debemos confundir los conceptos y asumir que feminismo y machismo son antónimos.

Del mismo modo, feminismo no es lo mismo que igualdad, ya que este último término se refiere al “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones”, como define la RAE. Lo cual es diferente, como afirma June Leeloo: “igualdad es equiparación, es decir que algo no es igual, no tiene las mismas características si se compara con otro u otros; y quiere poseer esas mismas características para que, una vez que se hacen las acciones oportunas, sean iguales/semejantes/equivalentes. El problema de género, es que no somos iguales. No tenemos ni las mismas características físicas, ni biológicas, ni las mismas necesidades”. A lo que añade: “el feminismo lo que busca es la equidad, es decir, según las características de cada persona, que tenga sus derechos sin que esto sea el menoscabo de otra persona”,por lo que afirma: “el feminismo, no se puede llamar igualitarismo porque no busca que todo sea igual, que la mujer se adapte a las normas y reglas masculinas de la sociedad, sino que cada uno tenga sus propios derechos y libertades según sus características”.

En este punto, ya nos podemos adentrar en el feminismo. “Un término que nació en Francia que desde finales del siglo XIX se hizo popular como sinónimo de emancipación de la mujer, principalmente asociado al derecho al voto y la participación política”, expone Montserrat Barba. “Gracias en buena medida al discurso de las sufragistas, la idea de “feminismo” evoluciona hacia un significado positivo, relacionado con la justicia social, la unión colectiva de las mujeres en defensa de sus derechos y la organización social del poder femenino. A lo largo de sus etapas (u olas del feminismo), el término ha sido maltratado por el discurso social y hoy en día sigue existiendo un sector poblacional que, por desconocimiento, evita utilizar una palabra que significa libertad, igualdad y justicia social”, afirma. El feminismo, como defiende Marcuse, “ocurre en dos escenarios: primero, por conseguir la igualdad completa en lo económico, en lo social y en lo cultural; segundo, se busca terminar con la dicotomía hombre/mujer”. Algunas personas que apoyaban y apoyan abiertamente el feminismo son: Frida Kahlo (pintora mexicana), Simone de Beauvoir (escritora francesa), Enrique de Gales (príncipe del Reino Unido), Malala Yousafzai (activista pakistaní), Daniel Craig (actor inglés), Hillary Clinton (política estadounidense), John Legend (cantante y músico estadounidense),Virginia Wolf (escritora inglesa) o Anne Hathaway (actriz estadounidense).

Según la obra Guía de Formación para la participación social y política de las mujeres: “hay una base común en el feminismo: cuestionar las estructuras sociales vigentes y poner en entredicho los valores y prácticas del sistema patriarcal. Pero, a partir de ahí, lo más correcto es hablar de movimientos feministas, ya que no hay un único modelo de feminismo y sí diferentes maneras de expresar esta opción”. Las autoras de la Guía, Luz Martínez Ten y Rosa Escapa Garrachón, exponen que existen tres olas del movimiento feminista: “La primera “ola” se corresponde al feminismo anglosajón del siglo XIX y principios del XX (muy concretado en el derecho al sufragio universal, la abolición de la esclavitud y el derecho a la educación de la mujer). La segunda “ola” se corresponde al Movimiento de liberación de la Mujer de comienzos de los años 60 hasta los años 90 (centrado en aspectos como la sexualidad femenina, el derecho al aborto, el derecho a la reproducción y la incorporación de derechos "invisibles" relacionados con la vida familiar). La tercera “ola”, la actual, incorpora las diversidades femeninas, el ecofeminismo, el ciberfeminismo y la transexualidad, entre otros aspectos, (lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y se caracteriza por su dimensión más global, menos limitada a la mujer occidental)”. La Guía explica que “el reconocimiento de un patriarcado histórico es denominador común en losmovimientos feministas, y existe unanimidad en cuestionarlo y querer transformar este desequilibrio del poder para lograr una sociedad más igualitaria, justa y democrática”. A lo que agrega: “el feminismo propone un nuevo contrato social en el que, mediante medidas de conciliación y corresponsabilidad, haya un reparto más equilibrado de las tareas familiares para que se equilibre así su presencia en órganos de decisión política, económica, empresarial o comunitaria”.

El concepto feminismo se utilizaba en la medicina en sus comienzos para “designar un trastorno de desarrollo en los varones que afectaba a su virilidad y les hacia parecer femeninos”, como dice el blogBasta de sexismo. “Después lo usó el escritor Alejandro Dumas hijo hasta que llegó a manos de la sufragista Hubertine Auclert en 1882”, comenta el blog. Dumas lo utilizó en una tesis médica sobre tuberculosis, “un tratado en el que se señalaba que muchos hombres enfermos de tuberculosis tenían rasgos infantiles y feministas como el cabello fino, pestañas largas, piel blanca y blanda, barba escasa, genitales pequeños...”, aporta Montserrat Barba. De estos razonamientos cabe destacar la importancia de comprender el origen del término “feminista” así como de su raíz. “Los prejuicios y estereotipos nacen en muchas ocasiones de la propia raíz de las palabras y de cómo evoluciona su definición a lo largo del tiempo, de ahí toda la línea de trabajo existente para eliminar el sexismo de nuestro vocabulario y de los diccionarios oficiales. Este origen misógino de "feminismo"asociado a la política sexual y a la privación de los derechos democráticos a las mujeres bajo falsos estereotiposasociados al sexo femenino es un buen ejemplo de ello. A finales del siglo XIX, gracias en buena medida al discurso de las sufragistas, la idea de “feminismo” evoluciona hacia un significado positivo, relacionado con la justicia social, la unión colectiva de las mujeres en defensa de sus derechos y la organización social del poder femenino. La palabra también constituye una confusión para algunas personas, pues la raíz lo asocia a la mujer y a la misma vez a la idea de que es lo opuesto al machismo (retomemos el tema de las oposiciones por su importancia); pero, como comprobamos al tratar el origen de la palabra, estas confusiones quedan aclaradas.

Hablemos a su vez de otros tópicos que cargan contra el movimiento feminista. Por un lado, el hecho de calificar a las personas feministas como victimistas. Además de que se comete un error al generalizar tachándolas de victimistas, la figura de la mujer sufre un daño real, por lo que es una víctima (no victimista) de la sociedad patriarcal. Por otro lado, la expresión feminazi también destaca por su relevancia ya que, como explica el blogEl quinto poder: “el concepto “feminazi” es utilizado peyorativamente para identificar a mujeres feministas en general. La palabra alude también a que el feminismo utiliza la exageración como mecanismo para neutralizar a los hombres. Este término nació en la década de los 90, y fue popularizado por Rush Limbaugh, un conservador estadounidense quién hizo famoso el concepto para luchar contra las mujeres que pedían el control sobre su fertilidad y embarazo. Fue así, que encontró genial hacer una comparación entre el Holocausto de Hitler y la lucha feminista por legalizar el aborto”.

Cabe destacar la importancia de las medidas de Acción Positiva para que la igualdad formal pase a ser igualdad real: “estrategias temporales encaminadas a remover obstáculos, prejuicios,situaciones, comportamientos y prácticas culturales y sociales que impiden a un grupo social minusvalorado o discriminado alcanzar la situación de igualdad real”, explica el blog Feminismo y Movimiento de Mujeres. Medidas que no todas las personas llegan a comprender ya que se asumen como formas de favorecer a la mujer exclusivamente, pero la clave de estas acciones radica en recortar el camino hacia la igualdad real: una vezencontrada no serían necesarias. Como indica el informe Acciones positivas para la igualdad, medidas de acción positiva serían: “invitar explícitamente a las mujeres a presentarse a puestos en los que son minoría, arbitrar medidas compensadoras de tal modo que, a igual mérito y capacidad, acceda la persona cuyo género esté subrepresentado en una categoría o función determinada, considerar, como criterio a la hora de elegir turnos, jornada, vacaciones, etc. la responsabilidad sobre menores y de otraspersonas dependientes, evitar la fetichización del cuerpo de las mujeres, así como imágenes estereotipadas en la publicidad de la empresa...”. Es también por ayudar a conseguir la igualdad real por lo que se celebra el Día de la Mujer: “un día para visibilizar a la mujer y reivindicar la igualdad de género”, como informa el blog Hombres mujeres y feminismo. Los hombres no necesitan celebrar ningún día ya que es la mujer la que ha sido discriminada a lo largo de la historia.

Por estas breves líneas, por las mujeres que sufren violencia de género, por la lucha en la que participaron tus progenitores... Por el motivo que elijas o prefieras, ejemplos para defender el feminismo hay por doquier, es necesario apoyar este movimiento para que algún día se consiga ver la luz. Por los derechos fundamentales, por el futuro de tus descendientes, por la igualdad real, por ese color violeta producto del tono de las telas o del humo que desprendía el incendio en el que murieron 129 trabajadoras de la Cotton New Cork que se pusieron en huelga por las pésimas condiciones que soportaban en las jornadas laborales, como expone la webCosas de mujer... Citando a Amelia Valcárcel: "yo creo que me hice feministapor puro sentido de la justicia, y sólo mucho más tarde supe articular conceptualmente qué me sucedía no sólo a mí sino al sexo femenino, en general, y cómo a lo largo del proceso histórico se había ido estableciendo esa verdad de exclusión en la que se nos obligaba a vivir”.

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