martes, 20 de febrero de 2018

Tenemos atadas a la lluvia las cicatrices

Nuestras colinas no serán dibujadas en vano,
pertenecen a cada paso que nos condujo a ellas.
Nuestros silencios, nuestros escondites;
de cada piedra una bufanda presionando el pecho,
la huella de un vaso vacío en una mesa de cristal.

"Me entusiasma la inocencia que no cesa".
El esfuerzo que conlleva mantener la confianza,
sin que por ello el sueño agote el miedo,
es tan alto como el ascender de tus pestañas,
tan ancho como el verbo regresar cuando es incierto,
tan largo como el final de la historia de un país.
Tenemos atadas a la lluvia las cicatrices;
no se distinguen los raíles de las avenidas,
se oculta el interludio entre los ritmos distantes.

Los cimientos de nuestras convicciones
descansan su peso en los charcos.
Nuestras justificaciones, nuestras respuestas;
de cada reflejo el brote de un breve invierno,
una maleta sin nada dentro.

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